Hace unas semanas visitamos el obrador de nuestro amigo Dominico especializado en pan artesanal en el mercado de Tirso de Molina, Pandome (lo recordaréis por aquellas pizzas fabulosas de las que os hablé en su día). Habían horneado algunos maravillosos panes de hamburgesas con tinta de calamar y otros tantos de semillas, y esto era algo que yo no podía dejar pasar. De vuelta a casa recordé que tenía unos calamares a la romana congelados dando vueltas por algún rincón de la nevera (veis por donde voy, ¿verdad?) y decidí, que si bien unos precocinados no es precisamente ejemplo de alta cocina, aquellos brioches, sí que se merecían el reto de conseguir convertirlos en un bocado irresistible al paladar.
Así que hicimos tres intentos:
1. Bocata de calamar con mahonesa de lima y hojas de rúcula.
Claro homenaje al baocata de calamares de mi querida María en el restaurante Sukaldea Atotxa que hace una fusión entre la cultura gastronómica de Madrid con la cocina callejera o food street asiática que quita el sentido (de verdad os digo que existe un antes y un después de ese baocata).
La receta es muy sencilla. El truco reside en crear una mahonesa suave de elaboración casera y añadirle un poco de lima que le aportará la acidez cítrica que la mahonesa necesita y el discreto dulzor de la lima en comparación con la dureza de nuestros limones (recordar que en latinoamérica el limón y la lima se entienden justo a la inversa que en España). Añadimos los calamares fritos y la rúcula sin más misterio.
2. Bocata de calamar, cebolla y champiñones caramelizados en salsa de soja y mahonesa casera con ligero toque de soja.
Para mí, el bocadillo que más merecido tiene el título de foodporn de todos y que, en su conjunto, es una locura de sabores y derroche de placer. En una sartén a fuego lento, cocinaremos las cebollas cortadas en juliana hasta que empiecen a quedar algo trasparentes (pochas como diría mi señora madre) y en este punto, añadiremos salsa de soja hasta dejarla reducir. No es necesario añadir ni sal ni azúcar, ya que utilizaremos la riqueza de la soja en estos dos ingredientes. Apartamos y sobre esta misma sartén, aprovechando el saborcillo, añadiremos las láminas de champiñón y unos cacahuetes bien picados que aportarán un toque crujiente a nuestro bocata (ese crunch que tanto nos gusta). Solo queda emulsionar nuestra mahonesa y añadir poco a poco la soja hasta que quede bien ligada.
3. Burger de ternera, queso parmesano y cebolla caramelizada (esto sí que es una burger).
Puedo decir, sin miedo a equivocarme, que es con diferencia la receta que más he tomado en estos meses de confinamiento. El proceso para caramelizar la cebolla es parecido al anterior, solo que esta vez no usaremos soja sino vino de Oporto o en su defecto (si no os queda por cansinos), un estupendo vino dulce Cream elaborado en tierras jerezanas muy cerquita de mi Sanlúcar natal. Por lo demás, sobran presentaciones. Cocinar la hamburguesa al punto que nos guste, cortar tiras de queso y montarlo todo en este escándalo de bollo. ¡A comer!.
Tan fácil, sencillo y delicioso que soy incapaz de decidirme solo por uno pero… ¿cuál sería vuestro preferido?